Enigmas de Viaje al interior 

 

Viaje al interior[1] es una obra en la que, como su nombre indica, su protagonista -Iris- realiza un viaje hacia el interior (¿de una cueva? ¿de sí misma?). En este viaje va acompañada, en un principio, por la presencia física de su madre -Alondra- y, tras la muerte de esta, junto al «leve espíritu» de la madre ya inexistente. En su caminar, ambas -Iris y Alondra- llegan a la cueva que les servirá de refugio; un lugar donde, a su vez, conversarán con la gata Olimpia y leerán un libro que hallan en un rincón. En la cueva permanecerá Iris hasta el momento final de la novela en que ocurre el gran enigma: el «hecho inefable» (Y al llegar adentro… muy adentro… sucedió lo inefable (pág. 115).

Este esbozo argumental podría hacernos pensar que nos encontramos ante una obra relativamente sencilla en cuanto a su contenido, en la que cabe una única interpretación: la del viaje. Sin embargo, es una novela cuajada de enigmas y, por ello, sus posibilidades interpretativas son múltiples.

Cierto es que todo libro se recrea diverso en cada uno de sus lectores, pero aquí el texto nos lleva claramente hacia una plural divergencia, como divergentes son la vida, los destinos, las experiencias, la sensibilidad o las creencias de cada cual. Diversidad que se potencia en la novela, además, por tener el relato un final abierto: Iris se adentrará en la cueva, pero no se dice qué le ocurre cuando llegue a su interior. Tan solo desaparece de las páginas del libro cuando este llega a su final.

Se nos plantea pues un gran enigma, quizás el principal que, si bien vertebra la obra porque ocurre al final del «viaje», no es sino uno más de los que encontramos y nos permiten hacer nuestra la historia, recrearla, al darle una particular interpretación como lectores.

Y junto a «lo «inefable» hay otro enigma no menos importante: la cueva. Enigmas ambos que están tan fuertemente imbricados que podría decirse, incluso, que uno y otro son complementarios.

  1. LA CUEVA

En un principio, la caverna no es más que -como su nombre indica- un espacio natural en el que Iris y Alondra se refugian. Gruesas gotas de lluvia iban anegando el secarral (…) ¡Corre, madre, corre!. Sin embargo, ya en ese instante, apreciamos que la cueva es algo más que el puro refugio, se trata de la protomatriz, ese lugar cálido y acogedor que las protege más allá de la intemperie quedando así ajenas al influjo del tiempo (pág. 25). Pero la caverna es también amenazante, engulle (una garganta oscura amenazaba con querer engullir) (pág. 25). En este sentido, el propio título del libro «Viaje al interior» podría interpretarse metafóricamente no solo como el viaje de introspección de Iris, sino como el viaje al interior de la caverna, donde Iris logra conocer el misterio de la vida y de la muerte. Lo inefable.

La cueva es también la entrada al Más Allá, el trasmundo. La gata Olimpìa afirmará: Ya te dije una vez que esta es la puerta a través de la cual se abren las de los cielos (pág. 99), tras aparecer, envuelto en fulgor, una inscripción  en la puerta de la cueva (Porta per hanc caeli fit pervia). Podría ser, incluso, parte de ese trasmundo que quizás exista tras la muerte, ese lugar donde habitan los hombres pétreos o los seres destinados a nacer pero no nacidos, con sus voces roncas, iracundos por la falta de sangre que debió caldear sus entrañas (pág. 29). Esta teoría de la cueva como trasmundo cobra fuerza si tenemos en cuenta que entre los personajes del libro que la protagonista está leyendo y su propio mundo se producen intercambios: Iris aparece como personaje del libro y, a su vez, otros personajes salen del libro para convivir con ella. Por otra parte, dicho libro -se dice expresamente- está relacionado con otra novela de la autora, Encarnación Ferré, titulado Saturna. Tanto es así que aparecen en ella los mismos personajes (Turuleque, Lito). Y si en Saturna se dice que por las mil veredas del trasmundo comenzó a caminar y topó muchas gentes que andaban también a la zaga del cielo (pág. 31), es evidente que, si Iris penetra en el libro y convive con esos personajes es porque también ella está en ese trasmundo. Y, como Saturna personaje, será en su interior una muerta-viva (pág. 31).

La caverna cabe ser interpretada asimismo como la cueva de la que nos habla Platón. Iris se plantea allí, en su interior, dudas existenciales: Los demás ¿existimos? Pudiéramos ser sombras reflejadas en mundos paralelos (…) patéticos mendigos de realidad (pág. 29).

Por último, la caverna será el lugar en el que la vida y el mundo se trastocan, donde puede ocurrir cualquier cosa. Se instaló en Iris la extraña convicción de que en aquella cueva habían sucedido cosas relevantes (pág. 58), lo cual da pie a interpretar lo inefable desde múltiples perspectivas.

  1. LO INEFABLE

Ocurre lo inefable. Pero ¿qué es lo inefable? Se trata de un claro enigma que, a tenor de lo visto hasta ahora y apoyándonos en las posibilidades que otorga la caverna en la que Iris se adentra, podría interpretarse del siguiente modo:

Opción A. Lo inefable = Muerte de Iris[2]

Las razones que nos conducen a interpretar lo inefable como la muerte de Iris pueden ser varias. En primer lugar, porque la muerte, en sí misma, es algo que no puede expresarse con palabras, es inefable. Solo quien muere podría explicar qué siente, qué encuentra al morir, qué es realmente morir… pero nadie ha podido hacerlo. Esta sería, sin embargo, una razón excesivamente lógica, lo cual es difícil de concebir en una obra como la que nos ocupa. Hay otros elementos en la novela que nos hacen interpretarlo de distintas maneras:

a.1.     Alondra, cargada de la sabiduría que otorga una larga vida llena de experiencias, o bien Iris, presintiendo que el fin se acerca (no hay claras señales en el texto para saber quién de ellas habla en ese momento) reflexiona al entrar en la caverna afirmando: recorremos un túnel al nacer y a otro nos asomamos cuando la vida acaba (pág. 25). E Iris se adentrará en el interior, «asomándose» al túnel del final de su propia vida.

a.2.     El paso del tiempo, inexorable camino hacia la muerte, puede identificarse plásticamente con el hecho de que ambas mujeres Se fueron retirando más y más hacia el interior oscuro de la cueva (pág. 26).

a.3      Olimpia, la sabia gata que conversa con ellas, es alguien que ha traspasado ya el umbral de la vida en seis ocasiones y es quien dibujó en el suelo unos signos que Iris no comprendió. Significaban que era la cueva entrada al Más Allá (pág. 65) Por otra parte, ya se ha dicho que la cueva podía ser antesala del trasmundo. Además, no en vano la gata explica a Iris hechos de ese trasmundo que tan bien conoce. Así describe y narra las pruebas a que se vio sometida una dama tras la muerte: en pago a lo cual le permitían ver serafines dotados de seis alas (pág. 51).

a.4      En la cueva suceden hechos inexplicables: fulgores, voces alusivas a la brevedad de la vida (sic transit gloria mundi), que Iris y Olimpia adjudican a los sicopompos, seres que acompañan a las almas a ultratumba (serán los sicopompos conduciendo a las almas) (pág. 73).

a.5      Iris va en busca de su madre, a la que llama (¡Madre, madre, inocente madre!- gritó mientras se dirigía hacia lo abstruso) (pág. 115), quizás porque intuye, próxima a la muerte, su presencia (al igual que Alondra encontró al morir a quienes habían ya vivido; esos seres que amó cuando estaban vivos.

a.6      En cualquier caso, en Iris va produciéndose un cambio a lo largo de la obra (el oído de Iris se había agudizado. Podía escuchar cosas que jamás antes consiguió percibir. ¿Se estaba dando en ella un proceso purificativo? (pág.42). Y en ese cambio quizás le facilite llegar al encuentro si no con la madre, al encuentro consigo misma, en ese viaje al interior (¿Conoce alguien los vericuetos de su alma? Quizás en tu viaje de total retroceso vas a recuperar lo precedente) (pág. 85).

a.7      Cuando la gata muere, Iris pierde el último ser que la acompaña. Cabría pensar que si entre ambas se ha producido una lenta y progresiva aproximación: la gata iba también languideciendo (pág. 87) y si ya, anteriormente, Iris no podía apenas soportar la soledad (El tiempo que tardó en regresar le pareció larguísimo. Ráfagas de inquietud la golpearon), en ese momento de derrumbe, sintiéndose casi vencida, al preguntar sollozante ¿dónde estoy? Cerca de la verdad -respondió alguien (pág. 88), ¿se encuentra cerca de la verdad que aporta la muerte, cerca de lo inefable?

Opción B. Alucinación

Iris sufre éxtasis o alucinaciones a lo largo de la obra. Iris se dejó invadir por otro éxtasis (pág. 62). Bien podría ser, por lo tanto, que «lo inefable» fuera fruto de una alucinación provocada por diversos factores:

  1. Porque el devenir de la vida ha dañado a Iris;
  2. Porque la inmersión en el libro y la presencia viva de sus personajes le producen un estado de enajenación;
  3. Porque siente la soledad total al morir Olimpia;
  4. Porque la permanencia continuada en la cueva la mantiene atrapada (debajo de la tierra el tiempo es un instante prolongado y la vibración particular de cada ser se acopla a lo telúrico) (pág. 28).

El hecho es que Iris ya lo veía todo carente de límites precisos (pág. 104) y, lógicamente, estos éxtasis podrían incluso justificar todo el desarrollo de la obra, en la que Iris, herida por la muerte de la madre, crea un mundo de fantasía.

Opción C. Reencarnación

Iris se encuentra en la cueva, que no es sino la protomatriz, y se dirige al final de la «garganta», de la cual sabemos que “engulle”. Este acto de engullir, bien podría ser un nuevo nacimiento, pues nacer viene a ser un acto en el que la Vida «engulle» al ser naciente. No en vano a lo largo de la obra se hace alusión a hechos próximos la reencarnación.

c.1 La gata Olimpia relata experiencias de sus seis vidas anteriores e incluso la propia Iris contempla esa posibilidad (Quizás nos conocimos en vidas anteriores) (pág. 49) y se preocupa por saber qué influencia pudo tener en ella haberse reencarnado en alguno de los amos de la gata (Si era uno de ellos, ¿qué secuelas tendré?).

c.2 Iris abre la puerta a la reencarnación de su propia madre: ¿Y si Alondra se ha encarnado ya en una de esas aves que trinan al amanecer? (pág. 64)

c.3 Si Iris aparece en el libro que están leyendo y este relata sucesos pretéritos, ¿no será que Iris ha vivido ya en el pasado y el libro, que -según se dice- pudiera haberse escrito solo, ha recogido sus experiencias en una vida pretérita? Además, los relatos del libro interesan de un modo especial a Iris, como si descubriera en ellos algo suyo, personal.

c.4 Iris no soporta poseer tan solo una opción de vida; necesita ir más allá, conocer, descubrir lo que se oculta en la apariencia del mundo. Tanto era su afán que llegó a suponer que sus átomos se habían duplicado en un lugar remoto al que resultaba imposible acceder. (pág. 63). Quizás, por ello, le es otorgado el hecho “inefable” de no estar sujeta a un único espacio y tiempo para siempre. Iris ansiaba liberarse del lastre de su existencia y del tiempo: tenía entonces, acaso más que nunca, la sensación de estar atrapada en las redes del tiempo (pág. 43). Iris tiene una vida interior tan intensa, que supera la simple existencia. Se sentía vivir en dos planos a la vez y en ambos percibía de su yo matices diferentes (pág. 65), y precisa la reencarnación para alcanzar sus objetivos.

  1. ENIGMAS DEBIDOS AL REALISMO MÁGICO

Algunos de los enigmas presentes en la novela están vinculados a una especie de Realismo Mágico, muy patente, pues es común en ella que se muestre lo irreal o lo extraño como algo cotidiano y común, no como simple expresión literaria, y su finalidad no se vincula a lo puramente mágico sino que tiene la de expresar emociones y, sobre todo, mostrar una actitud frente a la realidad. Todo ello asociado, además, a una gran verosimilitud de lo fantástico o irreal.

Fruto de dicho Realismo Mágico son, por ejemplo, los hombres piedra, los gatos parlantes, frases que se escriben solas en la cueva, voces que responden, el libro que leen los personajes, el trasvase de personajes entre dicho libro y la novela, etc.

La gata Olimpia

La gata Olimpia es un personaje esencial en la novela. Iris conversa con ella constantemente. De hecho, cuando la gata muere, Iris pierde la última conexión que la tiene anclada al mundo y parte hacia el interior de la cueva, a sabiendas de que esta “engulle”, buscando el asidero de su madre, que también la había abandonado. En suma, la gata es, indirectamente, quien con su muerte precipita los acontecimientos. Pero ¿quién es Olimpia? Podría pensarse, a priori, que es el alter ego de Iris, el machadiano «hombre que siempre va conmigo». Pero una lectura atenta nos hace descartar esa opción. Olimpia no es sino una simple gata -especial, eso sí- que habla desde su propia experiencia y sensibilidad. Y ¿cuál es su función en el desarrollo de la obra? La primera sensación que se desprende es la de dignificar el reino animal. El alma de la autora va más allá de escudriñar en el alma humana. También los animales y las plantas tienen una vida y una sensibilidad que suele pasarnos inadvertida. Humanos y bestias no somos tan distintos (pág. 95). Los animales, además, poseen una enorme capacidad de empatía con los humanos. Resultaba inquietante que detectase con total precisión cualquier movimiento sutil de la mente de Iris (pág. 87). De hecho, fruto de esa actividad empática, la gata adquiere un nivel “casi” humano en cuanto a su capacidad de comunicarse, de reflexionar… y ello podría hacernos pensar en su función como alter ego, pero su forma de contemplar la vida de modo pragmático, tan diferente a Iris, nos hace desestimar esta opción.

  • A ti te inquieta todo. A mí, vivir una hora más (pág. 85).
  • Para la gata lo primordial consistía en vivir aun siendo consciente de que era mucho lo ignorado. Las mujeres preferían sucumbir acrecentando el conocimiento (pág. 90).
  • A los humanos os suelen someter a pruebas que desbordan vuestras fuerzas (pág. 51), dirá Olimpia al referir los hechos que acaecen en el trasmundo.

Este pragmatismo gatuno y el idealismo de Iris, nos lleva a observar cierta similitud -sin que ello pretenda establecer comparación literaria alguna- con los personajes cervantinos: Iris representaría el idealismo de don Quijote; Olimpia, la actitud pragmática de Sancho (a la gata lo que le importa es vivir un día más y lograr el alimento). Incluso, al igual que sucede en la obra de Cervantes («quijotización» de Sancho y «sanchización» de don Quijote), a lo largo de las distintas vicisitudes en común se produce un acercamiento, que bien podría llamarse “olimpización» de Iris: los pasos de Iris se hicieron más y más silenciosos y en la planta del pie le creció un tejido tan blando que (…) Por mutación debida a la proximidad me surgen almohadillas.

Los hombres piedra

No resulta fácil suponer quiénes son los «hombres piedra». Ni siquiera quizás interesa saberlo. Son seres que otorgan misterio a esa cueva que alberga enigmas. La gata Olimpia habla por primera vez de ellos: Son hombres estatua. Están hechos de roca y, aunque poseen pies, parecen impulsados por una fuerza interna (…) brota su voz de alguna parte (…) y si los palpas los notarás fríos como niños de mármol que adornan un jardín (pág. 27). Quizás son seres del trasmundo. Seres con los que Olimpia está familiarizada por haber visitado en sus muertes anteriores dicho lugar. No son seres temibles. Alondra e Iris asumen su presencia con naturalidad. Incluso Alondra los asocia a mineros que perviven en túneles; seres atrapados por el tiempo porque debajo de la tierra el tiempo es un instante prolongado y la vibración particular de cada ser se acopla a lo telúrico (pág. 28).

Las voces

Tal como se ha dicho, las voces bien pudieran ser parte del trasmundo en el que quizás Iris está instalada sin saberlo. Iris aplicó el oído a la pared y al instante lo separó aterrada (pág. 29).

El libro

Especial interés en el conjunto de la obra despierta el libro que encuentran en un rincón de la cueva y que tenía una escritura que resultaba difícil descifrar (pág. 30). Libro Viaje al interior claramente vinculado a otro de la autora (Saturna), pues algunos de los personajes que en él aparecen son los mismos que en dicha obra[3].

Lo mágico no es la presencia del libro, sino cuanto a este se refiere. En primer lugar, se considera como «normal» que el libro haya podido autoescribirse; que pueda tratarse de una de esas obras que se han generado a sí mismas. Que se autopergeñaron sin que ninguno acierte a saber cómo ni cuándo ni por qué[4]. Como normal resulta también que los vacíos que muestra en algún lugar puedan deberse a que por propia voluntad el libro se haya desprendido de unas líneas (pág. 62).

Por otra parte, el libro manifiesta su necesidad de ser leído para dar sentido a su existencia: el libro padeció la frustración del que anhela expresarse, pero debe callar. De ahí que no cupiese más remedio que darse a conocer a quienes habitaban el antro: murciélagos, ciempiés (pág. 115). Es más, el propio libro se ofrece como fruto de la elucubración de quien cree vivirlo. ¿Será que todos los personajes no eran sino fantasía? Pero, si son fantásticos, ¿cómo pueden elucubrar lo que habría de aparecer en la otra obra? Por otra parte, es posible que todo el libro sea en el fondo una alucinación: Inmersa estás en un largo y doloroso sueño y nada de cuanto supones que sucede ocurre de verdad (pág. 85).

Si bien todo lo anterior supone algo de mágico en el libro, quizás lo más llamativo sea el hecho de que se produzca un trasvase entre los personajes de Viaje al interior y los del libro que leen al mundo de Iris; unos y otra se intercambiarán en los dos libros: se instaló en Iris la extraña convicción de que en aquella cueva habían sucedido cosas relevantes, que además guardaban cierta relación con lo que iban leyendo. Por eso vio crecer en ella el anhelo de introducirse dentro de aquel libro y buscaba resquicios por los que penetrar (pág. 58). Así, Iris verá al viejo alguacil Turuleque montado en su borrico: No le cabía duda. El hombrecillo de carne, sangre y hueso que tuvo frente a sí, era Turuleque (pág. 59), o al Caballero Negro. Y, por su parte, Iris leerá absorta que, al doblar una esquina, Turuleque se topó con una mujer pobremente vestida que gritó ¡Me llamo Iris! (pág. 61). El hecho es que, según se dice, muchos personajes son ubicuos. Están al mismo tiempo en las hojas del libro y en la vida real (pág. 93).

Este trasvase vendría a explicar la teoría de que el libro, con sus anécdotas y personajes, no constituye una simple distracción para Iris. En realidad es la demostración de que Iris está en el trasmundo, al igual que todos ellos; donde el tiempo no se mide y puede ir adelante o atrás o bien quedar parado (pág. 31). Esto último, por cierto, encaja con el hecho de que, en un momento dado, parece que los relatos del libro se muestran desordenados.

Si atendemos a la función que el libro llevaría a cabo en el conjunto de la obra, vemos, por una parte, que a él se aficionaron porque proporcionaba distracción y emociones inéditas (pág. 32). Pero también pone de relieve el valor de los libros y de su poder (sé de uno que arrojaron al fuego y no se quemó)[5]. Amén de que, su contenido, no es en muchas ocasiones solo anécdota sino escuela de la vida, afín al pensamiento de Iris, pues Iris se muestra respetuosa con él y no suele criticar los hechos que allí se narran.

El poder de trasvase entre personajes de un libro a otro es, además, una clara demostración de que el libro lo es en cuanto tiene lectores. Son ellos los que introduciéndose en sus páginas dan sentido al mismo y, además, los personajes pueden «salir» de sus páginas y llegar a influir en el pensamiento o emoción de los lectores. Leer es traspasar fronteras hacia lo excepcional. Y, una vez cruzadas, ves los rostros y escuchas las voces de seres impalpables que pueblan los escritos (pág. 86).

 

  1. OTROS ENIGMAS

La alondra

Quizás el lector se sorprenda cuando se percate de que las referencias que Iris hace de su madre están escritas a veces con mayúscula (Alondra) y otras con minúscula (la alondra). Podría pensarse que no obedece a ninguna razón especial y que la autora emplea una u otra forma al albur del momento en que se enfrenta al libro que está creando. Pero una lectura atenta demuestra que cuando la presencia de la madre es física o es recordada en su ser físico, la autora se refiere a ella con nombre propio: Alondra. Pero al girar el rostro hacia el lugar exacto en que Alondra expiró (…), mientras que cuando la madre ha pasado a ser ese pájaro que metafóricamente lleva en el hombro como leve espíritu, es denominada como «la alondra». El destino inapelable exigió que la alondra emprendiese en solitario el vuelo.

Identidad del personaje que habla

La autora no diferencia en los diálogos quién habla exactamente[6], si Iris o Alondra. En ocasiones, parece fácil discernir y atribuir a la madre el discurso más reflexivo, fruto de una mayor experiencia, pero, en su gran mayoría, esto no ocurre. ¿Acaso madre e hija han llegado a través del amor a un grado de fusión total y no es trascendente diferenciar a qué personaje corresponden las palabras? El hecho es que, consciente o inconscientemente, la autora funde a los dos personajes, bien para demostrar esa unión o bien porque, no olvidemos, esta obra es fruto de una “autobiografía vivencial”. Y así, fundidas, madre e hija, consiguen una comunicación que va más allá de la necesidad de la presencia física, como sucederá cuando Alondra haya muerto o cuando, por fin, quizás, Iris encuentre a Alondra en lo más profundo de la cueva, al finalizar su Viaje al interior.

[1] Encarnación Ferré. Viaje de la prosa al verso. (Contiene las obras Viaje al interior, Crónica de la huida del tiempo y Poema de invierno). Erial Ediciones. Zaragoza, 2016.

[2] Muerte concebida no tanto como muerte física sino como un encuentro espiritual de Iris con la madre muerta.

[3] Guiño, quizás, a la segunda parte de El Quijote, donde los personajes leen la Primera Parte del mismo.

[4] ¿Guiño a la obra de Carmen Martín Gaite «El cuarto de atrás» en la que el propio libro va autoescribiéndose conforme van sucediéndose los hechos?

[5] Clara alusión a la quema de libros por censura, cuya influencia permanece a pesar de ello.

[6] Esta diferenciación tampoco se da cuando hablan Iris y Olimpia, pero el contenido de las intervenciones permite discernir cuál de las dos habla en cada momento.